lunes, 28 de marzo de 2011

(algunos capítulos de la ‘nouvelle’)



“El Libro Imaginario de WB”



por Carlos Mamonde












...fragmentos ¿ficticios? en los márgenes de una “Biografía Imaginaria” de Walter Benjamín (Berlín , 1892- Port Bou, 1940)











“(…) su erudición era grande, pero no era un especialista; se interesaba por los textos, pero no era un filólogo; le atraía la hermenéutica de las escrituras, pero no era un teólogo; tradujo “En Busca del Tiempo Perdido” de Proust, pero no era un traductor; reseñó libros, pero no era crítico; escribió sobre el barroco alemán pero no era un historiador; pensaba poéticamente, pero no fue ni un poeta ni un filósofo; era un escritor de genio, pero su máxima ambición era escribir una obra que se compusiera enteramente de citas…”
Hanna Arendt



















(12)
Walter B. es mi nombre y hoy tengo doce años. He elegido esta edad al azar para comenzar a narrar aquello que mi memoria guarde. Es una edad que aún está en la infancia...aunque simula distancias a la infancia. (Pareciera que me place redundar: ya en otro texto autobiográfico mío -seguramente olvidado- “Berliner Chronik, 1900”; elijo como foco otro momento de la infancia, antes de los ocho años). Nací, pues, en Berlín -¡antes de las grandes guerras!- ... hacia el anochecer de un 15 de julio; en el dulce verano de 1892.

Berlín es una ciudad muy hermosa y amo pasear por ella. A un niño, los itinerarios solitarios, como juegos temerarios porque siempre he tenido un pésimo sentido de la orientación, aproximan secretamente a la ciudad. (¡ ...inusual soledad, que conseguiría sólo cuando lograba huir de la institutriz, la ‘gouvernant’e francesa... y trazaba mis secretos mapas, porque siempre le he dado vueltas a la idea de organizar el sentido de mi vida como si fuera una topografía con límites y rumbos...banal utopía!).

Pero, pese a mis perpetuos lazos con Berlín, -profundos lazos, porque perderse en una ciudad como quien se pierde en un bosque exige un adiestramiento muy especial- durante toda mi vida estaré obsesionado por la cumbre de la belleza: París. ¡Lo diré una enésima vez más: París es el “Zentralpark”...el jardín central del Universo!.

Tal vez en el futuro de este texto solipsista que hoy imagino, se abra la posibilidad –eventual- de dejarme seducir por otras ciudades tan maravillosas como estas ( Paris vécu... Berlín bien-aimé)...y en otro hiato distinto a este año de 1904. Pero en este día que vivo, este es el centro de mi ser. El centro desde donde hablo ¿para quiénes?. Acaso para nadie. Tal vez sólo para mi único amigo ciertamente fiel: Gershom Scholem... y seguramente también para el muy querido poeta Fritz Heinle...que no me fue fiel, porque murió a sus diecinueve años. Recuerdo cada día su suicidio ¡acompañado a la muerte por su mujer bienamada!. Inicio de las pérdidas. (...con GS y con Ernest Bloch...compartí algunos fugaces, escasos, nirvanas del haschis...! ¿Es que también fuimos ignotos discípulos del Viejo de la Montaña?) Escribo, seguramente, para el silencio de las estrellas sin compasión.



Pero mi deseo esta mañana es sólo el intenso deseo del relato. Aunque hable para nadie. La existencia es hablar para nadie, estrictamente. Pero en las letras se abre un simulacro intenso del vivir. Los textos viven más hondo que quienes los escriben. ¿Los textos viven más hondo que quienes los escriben?. (Confío acaso demasiado en mi supuesta virtud para la escritura...”escritura en los dominios del misterio (...) pero contaminada de subordinadas paratácticas (...) suena como si su pensamiento recogiera las promesas de los cuentos y de los libros infantiles, en vez de rechazarlas con la despectiva madurez del adulto”....como, fraternalmente, me criticará un día Theodor A. Aunque él y todos deben comprender que si lo hice fue por una devoción inhumana hacia Hölderlin (¡me maravilla cómo el maestro Hölderlin quiebra, deshuesa , desordena el lenguaje...sin que importe ya, al parecer, la comunicación...ni el sentido...ni el sujeto!. Esto habrá de aceptarlo un día cabal el mismo Theodor A. Aunque en descargo de A., también debería describir cómo él me comprenderá al atisbar “mi heroica incapacidad para renunciar a la promesa de felicidad que todo hombre atisba en sus años de infancia” [aunque me parece recordar... que también pensabas que yo veía el mundo desde la perspectiva de los muertos...] ¡Querido amigo Adorno...cuánto te echare de menos por toda la eternidad!).


Bien. ¿Bien...?. El tema de mi novela es mi vida. Porque creo vivir Historia ...pero el residuo es Novela. Nada conozco peor que este tema (mi persona, mi máscara) -debo disculparme-. Y cuando sea mayor creeré que la felicidad está/estuvo fugacísima/ en la ribera de la escritura. Escritura de lo desconocido. Lectura perpetua de lo desconocido. Lectura ¿irreal? de la hermosura de sentirse vivo... como una dulce naranja que purga zumo sobre un cielo de violento cobalto y añiles y vacíos. ¡Así es la vida...que tanto amo...con la potencia angélica de mis doce años! (¿Por cuánto tiempo, con cuánta romántica pasión...podré sostener esta verdad?). Además de la incertidumbre perpetua de los meandros imprevisibles hacia donde el texto me desliza: porque al desplegarse los recuerdos se abre –inesperada, incontrolablemente- lo esencial de cada imagen, sabor , tacto ...y la memoria va de lo pequeño a lo más pequeño, de la pequeñez a lo microscópico... y lo más grandioso espera siempre en aquello por descubrir en este microcosmos.¡ De ahí ese juego mortal en que Proust queda atrapado y en el que encuentra sucesores; pero muy difícilmente compañeros...!.

Meandros, laberintos de la amadísima vida... a la que yo mismo le quebraré el cuello con morfina –para defenderme de la vida/ defenderme de la muerte-- en un cubil de dolor intenso, en una mísera pensión que ya está esperándome en Port Bou a una exacta hora de la noche del 26 de septiembre de 1940. (¡Relato sin sorpresas este relato que relata un niño de enormes ojos, negros, judaicos...mirando a lo infinitesimal como exponente de lo Absoluto!). ¿Matarme en un cuartucho abismal izado sobre un pueblo tristísimo en los Pirineos, en una hora de soledad absoluta bajo el ataque del relámpago nazi, del relámpago franquista?. Hacerlo... sí, necesariamente, para poder morir enteramente muerto...porque sólo sobre una carne muerta el Poder enmudece y deserta. ¿Dónde se oculta entonces la potestad de Dios?

Así doy comienzo al “érase una vez” de Walter Benjamín, en este atardecer de un viernes de 1904. Pronto temblará en el cielo la primera estrella del crepúsculo...allá sobre el violeta muerto de los castaños húmedos del Oeste de Berlín, ciudad camino de las sombras, y será ya el “sabath” y marcharé con mi padre, desde la cotidianeidad de nuestra casa en la calle Blumeshof, a la sagrada luz de la sinagoga para procurar aplacar a Jehová...¿porque, solos, quién puede asumir coherentemente la irrealidad de toda esperanza?.

Me ilusiona la idea de ir hoy al templo...especialmente porque podré viajar en el coche nuevo de mi padre. Máquina antinatural que me arrulla con su zumbido: es un coche inmenso y de los colores del negro y de la plata. Sólo para mi es su secreto ronronear...porque sólo yo se que está vivo, aunque su des-ensamblaje pudiera matarlo, así como el soñar matará mis textos. Y despertar a la vigilia de la Historia matará todo mi cuerpo. Lo veo en su cara. Porque el Daimler tiene una cara con dos acuosos ojos amarillos. Un día le mencioné estas semejanzas a papá...pero él, naturalmente, se burló de mí. Eres demasiado imaginativo y eso no me gusta nada, hijo...¡no, no me gusta!, repetía... , mordiendo, muy nervioso, su pipa.



¡Este es mi padre, Herr Emile Benjamin!...pero casi siempre gusto de estar algún tiempo con él; ir a la sinagoga, reencontrarnos con los Cohn, los Lepke, los Gershom...con tantos otros seres perdidos para siempre... Y me gusta especialmente ir en su coche, en medio de las sombras del viernes que muere. Ha comprado el Daimler este último invierno...porque ha ganado suficiente dinero vendiendo unos cuadros aterrados (aterradores) de Herr Otto. No entiendo por qué nadie reprocha a Herr Otto tanto dolor en su arte. Mi padre, al contrario, lo lisonjea...lo invita con te o cerveza caliente, en la trastienda de nuestra Kuntzgalerie, adjunta a la Casa de Subastas de Arte y Antigüedades ‘Lepke&Benjamín’, en la Kochstraase. Algún día le preguntaré a papá, o acaso al propio Herr Otto, por qué no vende él mismo sus cuadros y gana tanto dinero como Herr Benjamin y así el también se libra de la pobreza de sus trajes, de los tranvías helados del invierno con el viento del norte hincando sus dientes de nieve. Le diré que se compre un coche como el de mi padre. ¡Esto es sólo un sueño, lo se, pero me gustaría tanto otro destino para el viejo pintor!. Es maravilloso –ya lo he dicho- el Daimler de papá, que él mismo suele conducir. Conduce en absoluto silencio siempre: quiero decir que tenemos rigurosamente prohibido hablar con él para no distraerlo, dice. Y, en silencio, viajamos por la patria berlinesa, rumbo –casi siempre- a la Estación Central, desde donde un tren nimbado de vapor como de magia nos llevaba los fines de semana a Suderode o a Hahnenklee o a Bad Salzschlirt. Pero esta tarde todo será distinto porque al Daimler lo guiará nuestro chofer, Herr Rauch...porque él no es judío y puede hacer lo que desee o necesite –conducir, trabajar...- aunque sea sabath y lo proclamen ya todas las estrellas del cielo.

Este límite infranqueable de la primera estrella del viernes, me parece a veces sólo un cuento de hadas de mi bove...y otras veces me estremece. A mis doce años yo creo, sí, que las palabras recitadas y cantadas de la Torá llegan a Dios, sus veintidós letras esotéricas son suyas desde siempre (...alef, beit, gimel, dalet, hei, vav, zayin, chet, tet, yud, kaf, lamed, mem, nun, samech, ayin, pei, tzadik, kuf, reish, shin, tav...) son tal vez Él mismo. ...siempre son Él, a cualquier hora y en cualquier día en que las pronunciemos, o tan sólo las pensemos. De mayor, seguramente lo comprenderé mejor. Pero las Letras son las claves del Mundo (...recuerdo que, sobre la magia de los libros, escribiré un día de mi adultez futura: “(...) y en el colegio,- o en el Jugendbewegung, o en el Gimnasio Kaiser Friedrich; o en las clases de la querida fraulein Helen Pufahl- finalmente, cada uno recibía su deseado libro de la biblioteca. Durante una semana uno se entregaba, por entero, al torbellino del texto que lo envolvía suave y silencioso, denso e incesante como copos de nieve. Uno se internaba con infinita confianza. ¡El silencio del libro llamaba y llamaba!. El contenido no era importante. Porque la lectura coincidía con la época en que aún uno mismo inventaba historias en la cama. Y el niño (Scholem, o Fritz, o Walter...) trata de seguir el rumbo impreciso de esas historias. Se tapa los oídos mientras lee; y el libro está sobre una mesa, demasiado alta y una mano descansa siempre sobre la página. Todavía lee las aventuras del héroe en el torbellino de las letras como si distinguiera los contornos de una figura y percibiera el contenido de un mensaje entre los remolinos de una tormenta de nieve. Su aliento se confunde con la atmósfera de los acontecimientos...y todos los personajes lo respiran. El niño se mezcla mucho más íntimamente con los personajes que el adulto. El acontecer y las palabras lo afectan muy hondo...y, cuando se yergue, todo él se ha impregnado de lo que ha leído”).

Este asunto del límite temporal de la primera estrella del sabath–como todas las fronteras- es un asunto de vida y muerte.

Pero ya la veo cómo se iza, diamante inasible, sobre el jardín y debo bajar y calzarme los chanclos; porque aunque es ya es vecina la primavera, ha llovido sobre Alemania y a mi padre no le gusta el chapoteo ni las huellas de pies mojados y dirá “hijo mío, puedes acatarrarte y en sabath eso no está bien...”.

Me gusta ver los adoquines fugaces desde la altura de las ventanillas. Y ver el frío desde el artificio del abrigo. Frío de los otros, no perfectamente abrigados por su capote de pieles, como mi padre. ¿Este dolor será otro misterio para cuando sea mayor?. Y la literatura; también la escritura, por supuesto.



Porque estoy escribiendo poemas –muy, muy malos...dice en sus cartas mí amada prima de Hannover, Brigit.







(12 años y 4 meses ya… ¡estoy un poco más cerca de la muerte...!)

...Brigit sólo tiene dos años y medio más que yo, pero desde el trono sublime de su femenina juventud ya cree ¡ saberlo todo sobre Todo ¡ Pero en fin, pese a sus malvadas –amadas- críticas, ya estoy escribiendo...desde hace unos meses, cuando comencé mis estudios en el Gimnasio del Kaiser Friedrich, en Charlotteriburg. Escribo sobre la importancia del abrigo, claro: ¡abrígate bien, muchacho!, me grita siempre mi padre cuando por las mañanas se marcha a la Kuntzgalerie L&B o a la agencia de su corredor de Bolsa. Y yo me quedo en casa, tras los cristales empañados escuchando el silbo sottovoce de mis bronquios en las disonancias del asma.




¡La poesía! ...aus dem Geheimnes...en los dominios del misterio, la poesía -su cura y su absolución; y acaso su condena- me acompañará siempre. Y aún más allá de siempre...porque en este acto e instante quien esté leyendo leerá una memoria imaginaria cuya osatura es el atrevimiento del poema en lo futurible de los lindes...en una lengua sin orden ni sujeto, como buscaba Hölderlin. ¿Y cómo irrumpe en lo real esta memoria ficticia y subjetiva... por qué me ha vencido el yo? Me presiento aplastado por el yo...cuando siempre pensaré (y creo que así lo escribiré un día) que mi creencia de que escribo –jamás vanitas vanitatum- un idioma alemán mejor que la media de los escritores de mi época...es porque lo debo a la obediencia, año tras año, de una única y brevísima regla que reza: no utilizar en lo posible la palabra “yo”; excepto en la correspondencia personal. La otra consigna es escribir con una seriedad animal, como también dirá de mi Theodor Adorno. ¿Por qué entonces hoy me vence el ego...como mañana me vencerá la Muerte; a manos del estúpido odio franquista que me arroje en manos de los nazis?.


Toda mi vida solo querré ser un poeta; pero habré de conformarme con la rama seca del pensamiento. Toda mi vida anhelaré escribir epigramas al nietszchiano modo...aunque distante de sus obsesiones. Epigramas como si fuesen residuos...nunca poemas asertivos como los suyos...aunque evidentemente floten demasiados celajes de su voz en mi alma y en el aire eléctrico de nuestro tiempo histórico.


Y, pecaminosamente, amanezco este sábado encerrado en mi asma y soñando hoy –como siempre- con Brigit y sus grises ojos que parecen de aria...aunque se ahuyentan rasgados y como velados en su penumbra askenazim...sus ojos inolvidables...

... y ensayo en mi mente epigramas... y tiemblo, culpable, al pensar que alguien algún día pueda leer esta Memoria mía que jamás he escrito y siempre he balbuceado, como se ensayan –balbuceando- los nombres de ciudades utópicas... meras sombras en la topografía fantasmal de un país ignoto.

Y si alguien cometiera ese innoble acto (¿deseado acto?) de penetrar en mis recuerdos, ideas, sueños...mi alma; seguramente, gritaría: ¡falso, falso...un muchacho de doce años no puede pensar lo no pensable!. Pero ocurre que ya ahora estoy recordando/narrando desde mis veinticuatro años (¿el Tiempo...quién pregunta por el sendero de ese Misterio?) tras el regreso de mi primer viaje a París...la ciudad de mis sueños y de mi cuerpo y de mi mente...el sitio del infierno de mi hermano Baudelaire...mon semblable, mon frère...








¿24...?

...con mi juventud se ha iniciado mi vida al unísono con el tiempo que entreabre la puerta oscura del siglo XX. Este nuevo siglo y yo apenas nos conocemos y poco sabemos el uno del otro. Pero hablemos aún del XIX... el momento en que, me parece, París es el gran retrato de la humanidad; es el síntoma. Porque una civilización es siempre un complejo de síntomas; como escribe Valéry. ¡Maravilla del hierro...que metaforiza nuestros sueños...y las pesadillas que sobrevendrán!. Chaque epoque rève la suivante...

En 1897, un indochino afrancesado, Nguyen-Trong-Hiep, escribió que “(...) en esta ciudad de sueño ; es dulce observar el crepúsculo. Se sale a pasear. Las aguas son azules y las plantas son rosas y las grandes damas salen a su promenade ...seguidas de pequeñas damas...”. Pobre Hiep: diríase que tu proustiano, romántico, París ...se desvanece hacia sombras de muerte... si alguna vez existió realmente más allá del deseo y la mirada del deseante. París es bella sólo de un modo paradójico porque es una puesta en escena del mercantilismo, de la imaginación ramplona de pequeños burgueses que han hecho de la urbe un inmenso magasins de nouveautés...pero de esa avaricia ha emergido una quimera abigarrada, tan fascinante y cruel y contradictoria como nuestro corazón humano. Pero soy feliz escribiendo mis impresiones sobre este París decimonónico: lleno de paisajes de Eiffel, construidos por el Imperio para mayor gloria de los tenderos. Siento una risa sardónica en mi alma, cuando cavilo en que la ciudad de mis sueños ¡es más la ciudad de Emile, mi padre, que la ciudad de mis sueños!. Pareciera que la comprensión de lo vivo sólo se realiza en una zona de radicalidad absoluta.

Y en París, como en ninguna otra ciudad de la Tierra, la arquitectura toma el papel del inconsciente. Arquitectura “snob” de los santuarios de peregrinación a los fetiches de las mercancías...

Mi primer contacto con París ha sido, como suele decirse, revelador: me ha revelado la Naturaleza y la Creación...y, en su reflejo, me ha revelado el eco de mi pequeño mundo berlinés. Esto sólo habría podido hacerlo París...allí donde Balzac habló por vez primera de las ruinas de la burguesía; aunque sólo -y más tarde, más tarde...más allá de mi muerte- sólo el surrealismo podrá liberar la mirada aprisionada entre aquellas ruinas.


París, donde el desarrollo del mercantilismo ha destruido los ideales y sueños del pasado; todavía antes que se desmoronasen los monumentos que exaltaron la mirada burguesa...¡monumentos que ya comenzamos a ver como ruinas antes que se hayan desplomado!.




Creo que toda mi vida dialogaré con los misterios de ese inmenso artefacto del hombre de mi tiempo que es la capital francesa...hay cosas en su organismo que me fascina leer...como me fascina la lectura de las letras de la Torá. Decididamente pareciera que mi destino es/será mediocre: leer...el destino de la vertiginosa cobardía de leer...jamás seré un hombre de acción. Ni lograré crear.

--“¡Pensar, imaginar...eres un inútil Walter !”-- me dice, me humilla, mi padre (seguramente desesperado) cuando piensa que dejará –obligado- su dinero en mis manos...cuando la muerte lo desprenda del poder y la vida. Pero...mis poemas; si, también mis poemas son mediocres (¿o acaso sólo lo fueron en aquella – lejana- época de las lecciones en Charlotteriburg?). “A tus versos les falta pasión...”, dice la prima Brigit en sus misivas desde Hannover.

--¿Qué sabrá esa mujercita de pasión?--.











(¿casi 14 ya?... ¡Siento el paso de las horas...!)


Escena en el invernadero. Allí me escondía para leer a solas. Para volver a mirar a solas mis colecciones; volver a gozar de mis colecciones de juguetes, de muñecos, de sellos. El invernadero... embriagado por aromas intensos, cálidos, exóticos. En el invernadero húmedo...pugnando por respirar...como si fuese a ceñirse ya en mi tórax el lazo del asma. Pero a veces consigo que todo mi ser se concentre, abnegándose, en las texturas de este olor apasionante. Aún no conozco otro olor de lo biológico que me excite más --...y este pequeño reino de la flora tiene una naturaleza sensual que no encuentro en el aroma de los tilos de las avenidas berlinesas ni en el parque frondoso que rodea la casa de verano de mis padres en Postdam.


Estaba –recuerdo o imagino- en el invernadero una tarde fría de mil novecientos cinco cuando Pauline, mi madre, irrumpió en esa atmósfera: mamá que, siendo menor que mi padre, una muchacha aún, yo veía –sin embargo- como vieja y vencida por la quemadura de la vida;...irrumpió ella, elegante siempre y siempre melancólica, como las finas vueltas de perlas sobre su modesto pecho –que presiento dulcemente cálido-.


Entró seguida por la aureola de su pelo oscuro, sujeto por una horquilla de plata y tímidos brillantes...entró Pauline en el artificioso laberinto de las plantas y su voz tierna gritó ¡Walter, Walter...! a este animalito semiescondido tras las sombras de un Palo del Brasil.


-...no sé cómo puedes soportar este calor, hijito. ¡Ven, ven ahora aquí que traigo una noticia para darte: tu prima hermana Brigit vendrá desde Hannover para pasar sus vacaciones escolares de invierno con nosotros!. Walter...mi niño...ven aquí y abrázame fuerte y dime que te alegras...

¿Alegrarme?...sentí un oscuro terror y un vértigo que pugnaban en mi pecho y en mis sienes. ¿Eso puede llamarse alegría? Pero corrí a los brazos de mamá, junto a quien tan pocas oportunidades yo tuve de acercarme; siempre refugiada en sus habitaciones de la segunda planta, pintando naturalezas muertas, paisajes imaginarios de violentos colores.

Sus manos, como siempre parecían de fiebre. Aunque yo sabía que no estaba enferma. Es que, presumo, ella había nacido en un tiempo y una vida que acaso no le correspondía y toda su existencia era agonía silenciosa. Muchos años después sabré ya -por mis estudios y la vida- que este desangelado destino es la sangre de comunión de casi todos los seres. Pero aquel quemarse de mi madre fue para mí la cumbre del abrigo. ¿Cómo podrían mis torpísimos textos reflejar la temperatura de esa llama, vertebrando la carne de Pauline... vacilante en la noche del universo?










( más tarde, en la noche de ese mismo día...)

...a veces pienso que Brigit Schönflies es aún una niña caprichosa; aunque por cierto es algo mayor que yo. Anhelo que sea gravemente cierta y no suene falsa su risa felicísima. ¡ Porque cuánto temo que no sea profundamente bondadosa!. Tampoco es malvada. ¿Cómo podría decirlo?. Es que siento su dureza conmigo, sus sarcasmos. Y tampoco es una niña ya –como yo aún suelo- ...es una hembra pequeña de la especie. Hembra pulida, como un cristal, por la cultura...pero ya tan poderosa cómo sólo pueden serlo aquellas que han vivido mucho. (¿Acaso es la relativa pobreza de su padre...acaso la traiciona la envidia?). Y ya no parece necesario que confiese cuánto, involuntariamente, la amo... Estoy enamorado, fascinado como un demente...y a ella dedico mis poemas. ¡Los mismos textos que reciben su menosprecio y su burla!

Estas navidades, B. vendrá a visitarnos. Para ella existen las navidades porque su madre no es judía, aunque casara con mi tío Schönflies. Y, por cierto...por ella, de algún modo, también hay navidades para nosotros...aunque sólo como un pálido contagio de la emoción de los gentiles. Porque nuestros calendarios y nuestras pascuas tienen otro ritmo sagrado (En mi infancia fue cuando me sentí –como judío- más diferente, más extraño...en mi vida adulta poco me importará esta diferencia y esta incompatibilidad de ritos talmúdicos y cristianos... ¡aunque –obsesivamente- cada día será más enfatizada por la mayoría de mis compatriotas alemanes!. Y llegará la hora en que será banal el Mal...).

Rauch fue a la Estación Central a buscar a Brigit. Y ella entró en nuestro jardín una tarde de diciembre, pisando entre el temblor de los carámbanos en los abetos. Como una sombra de mi madre –su tía carnal- ella es grácil; es mimbre. Su pelo negro –su intensidad varía con la luz- se parte en dos bandas sobre el rostro, como dos alas. Lleva, es su orgullo, un único pendiente de oro con una gran perla, como una gota de lluvia increíble. Es un regalo de mi madre.

Nuestros tíos no son tan ricos como mi padre. En realidad mi tío, Herr Schönflies, hermano mayor de mamá, es sólo el encargado de una oficina de representación de la firma ‘Lepke & Benjamín’, en Hannover. Estas diferencias sembraron desconcierto en mi niñez. Un desconcierto perenne del alma, aunque mi mente adulta podrá analizarlo,...un malestar moral que me acompañará toda la vida. Incluso, dentro de decenas de años --¡dioses...si pudiera detener la deriva de la Historia...o tan sólo dragarla de sus lodos más tóxicos!--, cuando sobreviva escribiendo, ya exiliado en París, para la Zeitschrift für Sozialforschung (¡un crítico futuro la anatematizará con sarcasmo por “su marxismo peculiar y heterodoxo”!)...nadie me creerá nunca si yo dijese que comencé a entreabrir mi percepción sobre estas grietas en la sociedad de los seres a partir de las contradicciones, desasosiegos, que ya entonces estallaban entre mi espíritu y el de Brigit; entre mi cuerpo y el suyo, entre mi casa y la suya...entre mi deseo y la zona inaccesible de la culpa por todo lo malhadado entre los existentes.












“Passagenwerk” (o momentos intercambiables- de una vida parisina)

Si en brevísimos instantes de tregua, logré olvidar la luz de B. para buscar la mía...se lo debo ciertamente a esta especie de fugaz vita nuova junto al Sena; transeúnte laberíntico en la utopía rectilínea del Barón Haussman, perdido en penumbras ficticias de las calles en galería de Fourier. ¡Vida amadísima, por cierto , aunque fuese de honor sin fama, de grandeza sin fulgor, de dignidad sin recompensa: la plenitud de la vida de W.B. ¡


Y todo lo que resta es lenguaje porque no sólo de él me sirvo para procurar reconstruir el corpus del Pasado...sino que en la (¿ilusoria, ónticamente ausente?) materialidad misma del lenguaje es donde se despliega y vive lo que cazan sus redes de sentido. Como es en el humus corrompido de la Tierra donde se hunden los Imperios muertos...es en el humus del lenguaje donde lo sido de la mente es o fenece. ¡Ninguna otra topografía abriga al alba misma o al crepúsculo!.


Y en París, aunque no durara mucho, pude pensar sin límites ni angustia. Terminé algún texto y comencé otros. Traduje con tristeza y pasión a Baudelaire y, junto con Franz Hessel, a Proust. Trabajos todos de la mente teórica porque mi biografía –aparte de aquellos apuntes del mil novecientos- no fueron más allá de notas en un cuaderno desgarrado en las zarpas de la tormenta. Porque creo que lo autobiográfico tiene que ver con el transcurso temporal, con el fluir constante de la vida...y sólo he dibujado espacios, instantes de algo que no fluye.



Acaso como simples actos vitales, de aquel tiempo sólo puedo referir que en París volví a ver a Gershom Scholem. Y fumamos haschís; como solíamos en aquel breve y remoto pasado. Soñamos con marcharnos a Palestina. Vanos sueños. Aunque él pudo cumplirlo. A mi sólo me esperan tres breves y extraño viajes...primero iré al norte y al frío. Iré a Moscú.

Si excluyo Moscú, mi itinerario, las trazas de mi cuerpo sobre la dulce tierra nunca me llevarán más allá de la exótica Ibiza o la casi postrera peregrinación a Dinamarca, para abrazar por última vez a Bertolt Brecht, entre las hayas ateridas y el cercano ruido del oleaje perpetuo..




...digresiones GS

Walter lo conoció casualmente en Berlín, durante la primavera de 1915. Benjamín tenía la edad de veintitrés años y Gershom apenas llegaba a los dieciocho. ¡Ángeles a la sombra del holocausto...su inalienable parusía!.

Escribiendo treinta años después, Scholem G. no puede evitar el duelo de la evocación...y por él sabemos que comenzaron a visitarse asiduamente, con la bella espontaneidad de los jóvenes...y la intimidad del diálogo y la afectuosa amistad muy pronto los bendijo.

Ochos ininterrumpidos años duraría –entre Berlín y Munich y Berna, la ciudad extranjera donde compartieron el mismo barrio- aquel diálogo personal de salvación del uno en el otro; hasta que SG emprendiera el legendario viaje a Palestina. En aquel tiempo, Walter comenzó a publicar una revistilla...con un nombre como un texto de la Anunciación: “Angelus Novus”. Y en la Universidad de Berna ambos estudiaron filosofía al alimón, mientras WB preparaba allí su doctorado.

Scholem recuerda que a su regreso de Tierra Santa, ya sólo vería a WB en dos encuentros postreros; ambos en París y durante escasas semanas. Luego –por fortuna- no vendría el silencio; pero sólo habría de unirlos ya el frágil lenguaje de su correspondencia incesante; agua de vida en la espera ansiosa de cada uno.

Hablábamos y hablábamos y hablábamos sin tregua...acaso para alcanzar la santa ebriedad que traspasa los cortes del silencio en el mundo... (Walter pensó)

Sus obsesiones perpetuas fueron las de todos los hombres: la noria de las preguntas que escupe la metafísica ..y que en su veneno nos exaltan y en su ciénaga nos pierden y abandonan. También la discusión sobre el judaísmo (¡y nosotros mismos en el resplandor y la noche del judaísmo!) nos acercó al insomnio.

W. escuchaba casi piadosamente a S., porque él no era tan versado en saberes talmúdicos y en la historia de la diáspora hebrea como su amigo dilecto.

Y a tanto nuevo conocimiento que el alma de Scholem le regalaba, lo “pagaba” Walter invitándolo a entrar en su poesía. En aquel tiempo escribió los legendarios “Cincuenta sonetos a la muerte de Fritz Heinle”, el otro inolvidable amigo que – con la mujer amada atada al flanco de su carne finita- se marchó a la muerte por propia mano en el alba de la Primera Guerra.



Y el propio Walter Benjamin leía en alta voz a S G muchos de aquellos poemas... como un mortuorio y solemne kaddish tardío e imprescriptible...hondísimas, hermosas, plegarias de la no-creencia... ¿acaso hubo razón en Adorno cuando arguía que WB veía el mundo desde los ojos de los muertos? Y también leyeron en griego los versos de Píndaro...y de Hölderlin...y de Novalis. ¡Orgía perpetua de la lengua y lazo de oro religándolos al ser...!.


Recitación de poesía y audiencia de la música. Porque Walter gustaba de poner discos y escuchar estudios y conciertos cuando trabajábamos.


-...sabes, querido Scholem, mientras estés trabajando,... siempre intenta sustraerte a la medianía de la cotidianeidad; porque su quietud a medias, acompañada de ruidos triviales, degrada. En cambio, verás como el acompañamiento de un estudio musical puede resultar tan significativo para el trabajo como el perceptible silencio de la noche...
...si ese silencio natural agudiza el oído interior, la música es piedra de toque para una dicción del texto cuya plenitud sepulta los ruidos más excéntricos. Procura siempre trabajar con esta atmósfera...



A Scholem le impresionó siempre la melancolía y la extrema cortesía y el recato, la timidez de WB – su cortesía china...como la llamara-. Y aunque llegaron a tutearse con el paso de los años; el íntimo territorio de Walter sólo pudo llegar a entreabrirse. Ni aún con el mismísimo Scholem, jamás compartiría demasiado W. su historia personal, su secreto.

¿Y acaso existía un enigma?. Si lo hubo; este fue inefable. GS solía citar, como una metáfora esencial de su amigo Benjamin, la anécdota del día en que, en una calle berlinesa, Ernest Bloch presentó a WB a su nueva amiga. Según se narra este legendario encuentro fortuito; la joven habría quedado impresionada por el aura de tristeza del desconocido Walter. Y así lo interrogó, espontáneamente, por esa pena. Y él habría respondido, sin hesitar, las famosas palabras:
- Fraulein... ¿nunca la ha sorprendido el aspecto enfermizo que presentan las figuritas de mazapán?-

A Scholem le impresionó siempre, junto a esa vaga angustia, el genio metafísico de su querido amigo. Su talento sin límites. Sus proyectos –que veía madurar entonces...único testigo- hacia la construcción soñada de un sólido sistema metafísico y de filosofía del lenguaje y filosofía de la Historia; del que Gershom llegó a leer numerosos esbozos. ¿Acaso, como sostuvo más tarde, parte de la causa de la frustración del ingente trabajo recayera en la súbita pobreza de WB? …el que perdió toda la gran fortuna heredada de Herr Emile B. en años de la devoradora inflación de la crisis en la República de Weimar; durante la tensa calma de posguerra y ya próximo el perverso nacimiento de los dragones nazis.

¿Pudo acaso la pobreza quebrarlo y alejarlo del trabajo académico sistemático...atándolo al periodismo ocasional y de supervivencia? Nunca cesó Scholem de interrogarse sobre este punto. Como tampoco dejó de preguntarse hasta su muerte por las causas profundas de la defección de WB del proyecto conjunto –acariciado sueño- de marchar ambos a Palestina...donde acaso Walter pudiera, incluso, haber llegado a salvar su vida... cegada por la tormenta de la blitzkrieg.

Scholem Gershom guardó siempre un documento absurdo: un telegrama inconsecuente de WB que reza “El 1 de diciembre de este año llego en barco a Palestina”¡ La invisible velocidad de la comunicación eléctrica para la epifanía de la llegada de un hombre que se anunciaba con prisa...y que jamás arribó a la Tierra Prometida y se perdió en lo invisible...!.




Como, desde la invisibilidad de lo ya sido, rescata la voz de SG algunos muy nítidos perfiles del filósofo...y recuerda y recuerda, ya anciano, como acaso sólo en el calor de la polémica de ideas, el alma de su amigo –sesgada de laconismo y melancolía- vibraba y se atrevía y, entonces ¡WB argüía... mirando espontánea y abiertamente a los ojos del otro y su voz se alzaba hasta el énfasis más fuerte y desusado de su discretísimo cuerpo!














(Residuos de un sueño obsesivo...)


[...en un texto que jamás podré leer porque fue terminado por mi amigo Bloch siete años después de mi suicidio, con el título de El Principio Esperanza, hay una idea sobre la que conversamos más de una vez: para la conciencia, el sueño es una especie de inocencia alegórica...y –por ello- la interpretación de los sueños es un Miércoles de Ceniza...]


¿…Un sueño es un texto narrativo –no teórico- que puede leerse? Realmente, no creo a pie juntillas -como mi querido Ernest B.- en las teorías de herr Freud...pero ¿acaso no todo puede ser cierto? Claro que si fuese comparable a un texto también el sueño sería, finalmente, un hermético escrito de recuerdos...que hablando con propiedad no es sino la posibilidad de introducir infinitas interpolaciones en lo que ya ha sido...

Y de estas interpolaciones, he sufrido muchas, a través de las décadas de repetición de lo soñado. De modo que, en mis notas, he elegido –al azar- sólo una versión...acaso la más constante de la (falsa) trama de esta historia que duerme, como los peces abisales, en el lago oscuro de mi alma. Allí morará ese pez para siempre...que nadie toque sus escamas frías...y que sus ojos ciegos me miren eternamente cómo la única estrella que acaso pueda llevarme al bosque de la Muerte....

¡El gran pez incomprensible que encontrarán -aún tibio- en la noche miserable de la pensión de Port Bou ¡


[Y una última advertencia antes de entrar en la compasión de la noche (lasciate ogni speranza, voi qui entrate...): aunque en 1917 muy prematuramente- me casé con Dora Sophie Pollak (¡... e incluso engendré en ella a mi hijo Stefan!)...tras nuestro pronto divorcio, mi carne humana sólo ha conocido simulacros de amor –por piedad y a precio de mercado- en los burdeles. Y sólo he amado a Brigit. ¡Sólo existió BS en los cielos y en la tierra!. Pero ella se casó en Hannover con el Otro: aquel que amaba ella...el Otro a quien Brigit deseaba. Tal vez sólo este sueño habremos compartido. Feminidad y virilidad

en la coincidencia única del misterio, de la transubstanciación (epifanía de los gentiles), del ascua llameante del absurdo].

...el sueño recomienza siempre con un breve viaje mágico hacia el antiguo teatro del balneario de Suderode, donde –con el patrocinio económico de mi abuela- se representa” Guillermo Tell”...y B. entra en un cuarto, mi cuarto, ya vestida para salir. La ciñe un bellísimo vestido de sedas y bordados, con el escote ‘palabra de honor’ que tan sensual la inviste. Su color es el azul pálido. A veces, -en sueños de otras noches- un rutilante rojo. Su cabello, oscuro y pesado, ceñido en una trenza única ‘alla radice italiana’...que descansa en sus hombros, del color de la luna llena. Lleva una sola joya: el pendiente de una perla, ovalada y tibia y montada al aire en oro, que fuera de mi madre.

-Hermano (¿)...date prisa; ya herr Rauch nos espera- dice B.

Y verla aguardándome me pone más nervioso aún y no atino a abotonarme ni la chaqueta ni el chaleco. Brigit se acerca a escasos centímetros de mi pecho. Siento su aliento en mis mejillas. Sus dedos ágiles me rescatan de la torpeza. Sentirla tan cerca exalta la ternura. Me reflejo en el acecho de sus ojos. La beso, ansioso, en la palma de la mano. Ella me responde buscándome la boca.

--¡Tu padre nos reñirá si llegamos tarde...!-- dice B., ya enlazándome en el juego de masacre.

En este punto el sueño reproduce -a veces- todo el drama de Schiller. Otras noches, hay sólo una violenta elipse y en un fugaz segundo todo el drama ha terminado y , emocionados, aplaudimos de pie. Al levantarnos, veo nuestros reflejos, un instante, en un angosto espejo que cierra un lateral del palco. Diría que ambos, en la repetida noche del sueño, tenemos entre veintiocho y treinta años de edad. B. está feliz y ríe y el mundo se ilumina con el rubor de sus mejillas.

Y ella se cuelga de mi brazo y así salimos del teatro, con los corazones al unísono.

--¡No esperemos a Rauch...-.grita-...tardará un siglo llevando a toda la familia, viaje tras viaje. Corre, corre Walter...que alcanzaremos los primeros aquel coche de alquiler!.

Indicamos al chófer un atajo por detrás del lago y entramos en la casa solitaria cuando los demás estarán aún en el cotorreo del ‘foyer’ Por absoluta prudencia no enciendo más que las luces imprescindibles. En este exacto momento del sueño hay un nudo de angustia: miro el rostro de B. como si la viese por primera vez y descubro, alterado, el énfasis de nuestro parecido. ¡ Un observador objetivo podría decir que somos hermanos.. y más aún: jurar que somos mellizos...gemelos!.

Creo que es en el vestíbulo donde ya nos quitamos los abrigos. Brigit sube la escalera como si volase, adelantándoseme. Cuando llego a nuestra planta, voy directamente a su cuarto, urgido. Allí no hay nadie. Hay un momento de cruel confusión en que nada es comprensible en la penumbra. La llamo dando voces, aunque creo que susurro “sottovoce”. Sin saber muy bien qué hacer me encamino a mi dormitorio. B. ha desaparecido.

Junto a la luz que, desde el parque, entra por la ventana de mi cuarto...está ella de pie.Tiene ya el cabello suelto y sólo la cubre una camisa blanca. Veo la agitación en sus pechos pequeños.

-¡Walter...- musita ella- ...ya ves que somos uno...idéntica persona. Lo que hay dentro de ti es la materia de mi propia carne...siento que ya todo es lo mismo!.Y entonces B. besa y muerde los labios de mi sombra y yo la beso en el cuello y la desnudo y acaricio su fragancia hasta llegar al feliz llanto... y la hecatombe. Y despierto escindido. Y blasfemo y odio la vida ...lo que no me he permitido nunca repetir...ni pensarlo...








(…ojos de los otros, lengua de los otros: materia de la Historia...ortodoxo camino del Infierno...)

“Sólo sobre un muerto nadie tiene potestad”...cinco días después del comienzo del otoño de mil novecientos cuarenta, el gran escritor judío berlinés Walter Benjamín se suicidó, siguiendo el espíritu de su epíteto. Había tenido que vivir huyendo y clandestino desde joven, cuando el ascenso nazi al Poder. Al comienzo, prudentemente se alejó de su patria por breves temporadas –como la de Ibiza, en 1932- y más tarde enfrentó en París el definitivo destierro. Paradójicamente no encontró una acogida fácil, -¿cuándo el exilio puede ser fácil?- a pesar de su declarado amor por esta ciudad y por la lengua y cultura galas. El estúpido chauvinismo de muchos nativos lo marginó. Ya lo habían perpetrado varios intelectuales parisinos con otros grandes pensadores de la Escuela de Frankfurt. Benjamín, que fue siempre el más independiente entre ellos, no aceptó –sin embargo- marcharse de Europa cuando todos cruzaron el Atlántico.



Cuando su amigo Theodor Adorno lo incita en 1938 a emprender el viaje, el valeroso -¿temerario?- WB le escribe enfatizando que a su juicio “aún quedan en Europa posiciones que defender”. Y, enigmático; agrega: “jamás se da un acto de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie”. Y también: “...la humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado ya el grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético”.



Al final...después de sobrevivir a su internamiento en el campo de Clos Saint Nevers, controlado por los colaboracionistas de Vichy; WB cruza Francia hacia al sur, bajando hacia el rumbo de Lourdes; en compañía de su hermana.

Ambos eluden -al principio- a los cipayos de Vichy. Pero luego será ya únicamente el sólo –agregándose a un desesperado grupo de fugitivos, entre quienes se hallaban los que habrían de ser testigos esenciales de su agonía: Lisa Fittko y Henny Gurland- quien intente pasar la frontera española, buscando acercarse a Portugal...desde donde acaso sería factible un tardío intento de escape a América; usando el visado que le había enviado su amigo Mark Horkheimer. Y al mediodía del día 26, cruza a Cataluña por Port Bou pero los esbirros franquistas le cierran el paso y cruelmente lo devuelven a Francia. Allí, un agente de la policía colaboracionista le informa que pronto será arrestado por la Gestapo. Entonces ya WB no sospecha sino que, claramente, ve la muerte a mano de los verdugos nazis...y entonces prefiere alcanzarla por su propia mano. Postrera libertad de las víctimas. Parece que, ya en el fin, sólo le interesa la suerte que pudiera correr su maletín negro; donde llevaba sus papeles; su fragmentaria obra. A Gurland entrega todo, junto con dos cartas –para Scholem Gershom y para Hanna Arendt-. Y aún tiene tiempo para recordar a Theodor: a la misma Gurland, aquel hombre ya avecinado a la muerte ruega: “Je vous prie de transmettre mes pensées à mon ami, Adorno...”

Cuando intento desesperadamente explicarme cuál era su pensar en esas horas postreras me saltan a la memoria dos frases suyas, inolvidables: “(...) asombrarnos porque lo que vivimos hoy sea ‘todavía’ posible en el siglo XX no es un asombro filosófico” y “(...) la existencia no debe significar meramente la vida”.



Con ideas axiales como estas, WB había estado escribiendo toda su vida –en diversos textos aparentemente autónomos- una especie de genealogía arcaica de “lo moderno”. Sus textos no suelen ser lógica maquinal y pura...a veces parecen abordajes oblicuos más próximos a la visión integrado del surrealismo sin adscripciones al surrealismo bretoniano.

Toda relectura global de WB es sin embargo feliz. Acaso su persona fuera triste; pero en su obra jamás hallamos la famosa “melancolía de las izquierdas”. Y, analizando, narra. Narrando, analiza. Narra el mundo desde lo marginal, desde el “minimalismo” más que desde el énfasis de grandes constructos teóricos. Aunque el cierre teórico benjaminiano siempre es concluyentemente grandioso, como relato de una anti –epifanía del arte en la época de la reproducción técnica de la imagen del mundo.



Escribiendo con los estilemas de un romántico clásico más que con consignas marxistas, WB –así lo ve Bloch- escribe una especie de “historicismo fabulatorio” y en su “Tesis de la Filosofía de la Historia”, dirá textualmente que la revolución es “un salto de tigre (...) hacia el pasado antes que al futuro, no para demorarse en el burdel de la meretriz del “érase una vez” sino para hacer una experiencia que haga saltar el ‘continuum’ de la Historia”...sin dar nunca cabida al progresismo ingenuo.

Autor de una obra que, muy vanguardista, jamás se propone ser sistemática, WB relata procesos de ideas en la estela de Schelling que soñó “una filosofía narrativa”; como una especie de exhaustivo comentario textual de lo real de un mundo que hubiese que leer cuidadosamente,...como si el mundo fuese escritura.

Difícilmente, podrá decir que WB fue un marxista ortodoxo o militante: él tuvo su ser en los márgenes (como los pobres lo tienen en los bordes heridos de la Historia) y en sus escritos no hay nada que movilice a las masas sino que lo que WB respira en ellas es la soledad.

El último texto en el que WB trabajaba al momento de su muerte se conoce como “Fragmento teológico político” (¿acaso parte de su soñado “Zentralpark”?) y bebe – como en el “Angelus Novus”-en la intuición de que su pensar y su vida corren por un filo de cuchilla indescifrable entre “(...) la irrealidad de la desesperanza” y “(...) el contexto de culpa de todo lo que es vivo”.


“Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos. Quizás esté bien así. El choque que produciría recuperarlo sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia” (Walter, dixit).

El cruce del agua…


Y fue en el terrible verano de 1940, cuando Walter Benedix Benjamin intentó el cruce. Era ya de noche cuando su cuerpo se arriesgó a pasar la frontera. La Historia insiste en que jamás lo logró. Pero en aquella Hora comenzó a superar a la Historia y a la Noche. Fue en el exacto punto donde el niño berlinés y el hombrecito de mazapán permanecen; ya a salvo –siempre a salvo - del torvo mirar de ‘Agesilaüs’.

Y en la ribera otra...
¿Encontraste… acaso? la pequeña puerta del Mesías...
¿Te susurró al oído el Ángel de Paul Klee “…Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como realmente ha sido. Significa apropiarse de un recuerdo tal y como relampaguea en un momento de peligro…”.





_____________________________________________copyright©carlosmamonde